Hay un lugar, inasible, abismal, perpetuo, a donde todas llegamos.
AllĆ comparecemos y nos depuramos.
Sin embargo, no siempre es sencillo desprenderse de lo adquirido.
Invariablemente algo queda prendado.
Por eso llevamos estas marcas, estas huellas que viajan siendo heridas y, a veces, solo a veces, regresan como cicatrices.
AllĆ”, en el astro melancólico, a Ć©sta travesĆa la apodan karma.
Y para colmo, a los taciturnos, les encantan las odiseas y reclaman siempre la misma sortija.
Apenas nos purgamos, sobreviene la espera.
SĆ, esperamos la hora de otro Ć©xodo.
Algunas son pacientes y ni siquiera suspiran.
Otras, como yo, nos inquietamos, nos arremolinamos, no soportamos las dilaciones.
La espera es un paisaje sin tiempo en donde se traman los próximos periplos.
TendrĆ”n el arte de lo desconocido y el gen de lo magnĆfico.
Nosotras, peregrinas, seremos incitadas al asombro sinfĆn.
Dicen porque dicen y dicen demasiado. Dicen que nada es azaroso. Dicen que un seƱor eterno seƱala los caminos. Dicen pero se desdicen porque dicen que no es ese viejo malhumorado, dicen que es una mujer hermosa, negra y revolucionaria quien dibuja la fortuna. En fin, no saben lo que dicen cuando dicen que estos hacedores son los escribas de la aventura, los que sentencian quiƩn serƔ pelirroja, quiƩn rica, quiƩn venenoso y quiƩn darƔ a luz suicidas.
Fabulan los que dicen y se desdicen.
Cómo no lo sabremos si somos nosotras las que inventamos la clarividencia y el libre albedrĆo.
Todo estĆ” del otro lado, en el gran misterio, en el accidente errante.
De allĆ sobreviene en resplandor el viento, imprevisto, osado.
Nos envuelve como tromba y nos impulsa al giro infinito.
Algunas ya hicieron innumerables expediciones, son las que llaman Ɣnimas viejas.
ĀæLas vieron? Son aquellas, las que andan a paso sosegado y con cantar sabio.
Otras esperan su viaje iniciƔtico, y se aferran trƩmulas al bordecito de la nada.
Ya pronto nos maravillarƔn sus relatos.
Toda existencia es Ćŗnica e irrepetible.
Por allÔ estÔ el que pintó los girasoles. Y aquel es el que hierve las exquisitas batatas. Esa otra es la que bailó como un Ôngel, esa es la que cura el empacho, y ese es el que se perdió con Dante en el Infierno. MirÔ, allÔ en la pendiente. También estÔn el zapatero del genocida, el niño de las castañuelas, la prostituta, el vago y la Madre de Calcuta.
Yo ya fui mendigo, muda y carpintero. No, no fui el padre del nazareno.
También fui soldado, fui matador en cruentas batallas, en nombre de la patria seguà matando y vomitando miedo hasta que un plomo advenedizo por fin acabó conmigo.
***
Hoy, sublevaremos lo conocido. El impulso resplandeciente hacia el primer latido serĆ” nuevo.
Hoy poblaremos al mundo con jirafas, abejas y ratas. Hoy seremos jazmines, vides y calabazas. Y seremos tambiƩn las almas de las piedras y los mares.
Pero ni una de nosotras le darƔ vida a fƩmina o mƔsculo alguno.
No encarnaremos en quienes desprecian la vida.
Nos rebelamos contra los impunes y los asesinos, contra los falsificadores de mundos,
los huƩrfanos de sentido y los indiferentes, y contra los que olvidaron a quƩ han venido.
Juntas nos confabulamos.
No migraremos hacia una raza que todo lo aniquila.
¿Seré entonces una higuera que crecerÔ frondosa amamantando los campos hasta desaparecer detrÔs del bosque en invierno?
ĀæLas escuchan?
āĀ”Que me toque un colibrĆ! Ā”Y a mĆ una mariposa!ā
Todas siempre queremos lo mismo.
¿Quién no ha deseado alguna vez tener alas de seda?
ĀæO ser cisne?
Ā”SĆ, eso quiero! Quiero ser un cisne cantor.
”Oh! Semejante chasco no esperaba. Me descubro en la piel de una mosca.
RĆanse de mĆ. Es cierto que me tocó una con mala fama. Vivir de las heces ajenas no parece honrado.
Pero, ¿quién me quitarÔ lo bailado? Mejor dicho, lo volado.
Nunca, en mi devenir, yo habĆa sido tan Ć”gil como esta funambulista, ni habĆa saboreado desprejuiciada manjares con mis peludas patas.
Tenaz y malcriada, asà seré mosca.
Marcelo Rembado