La rebelión de las sempiternas (cuento)

Ene 12, 2024

Hay un lugar, inasible, abismal, perpetuo, a donde todas llegamos.

Allí comparecemos y nos depuramos. 

Sin embargo, no siempre es sencillo desprenderse de lo adquirido.

Invariablemente algo queda prendado. 

Por eso llevamos estas marcas, estas huellas que viajan siendo heridas y, a veces, solo a veces, regresan como cicatrices.

Allá, en el astro melancólico, a ésta travesía la apodan karma. 

Y para colmo, a los taciturnos, les encantan las odiseas y reclaman siempre la misma sortija.

Apenas nos purgamos, sobreviene la espera.

Sí, esperamos la hora de otro éxodo.

Algunas son pacientes y ni siquiera suspiran. 

Otras, como yo, nos inquietamos, nos arremolinamos, no soportamos las dilaciones.

La espera es un paisaje sin tiempo en donde se traman los próximos periplos.

Tendrán el arte de lo desconocido y el gen de lo magnífico.

Nosotras, peregrinas, seremos incitadas al asombro sinfín.

Dicen porque dicen y dicen demasiado. Dicen que nada es azaroso. Dicen que un señor eterno señala los caminos. Dicen pero se desdicen porque dicen que no es ese viejo malhumorado, dicen que es una mujer hermosa, negra y revolucionaria quien dibuja la fortuna. En fin, no saben lo que dicen cuando dicen que estos hacedores son los escribas de la aventura, los que sentencian quién será pelirroja, quién rica, quién venenoso y quién dará a luz suicidas.

Fabulan los que dicen y se desdicen.

Cómo no lo sabremos si somos nosotras las que inventamos la clarividencia y el libre albedrío.

Todo está del otro lado, en el gran misterio, en el accidente errante. 

De allí sobreviene en resplandor el viento, imprevisto, osado. 

Nos envuelve como tromba y nos impulsa al giro infinito.

Algunas ya hicieron innumerables expediciones, son las que llaman ánimas viejas. 

¿Las vieron? Son aquellas, las que andan a paso sosegado y con cantar sabio.

Otras esperan su viaje iniciático, y se aferran trémulas al bordecito de la nada. 

Ya pronto nos maravillarán sus relatos. 

Toda existencia es única e irrepetible.

Por allá está el que pintó los girasoles. Y aquel es el que hierve las exquisitas batatas. Esa otra es la que bailó como un ángel, esa es la que cura el empacho, y ese es el que se perdió con Dante en el Infierno. Mirá, allá en la pendiente. También están el zapatero del genocida, el niño de las castañuelas, la prostituta, el vago y la Madre de Calcuta.

Yo ya fui mendigo, muda y carpintero. No, no fui el padre del nazareno.

También fui soldado, fui matador en cruentas batallas, en nombre de la patria seguí matando y vomitando miedo hasta que un plomo advenedizo por fin acabó conmigo.

***

Hoy, sublevaremos lo conocido. El impulso resplandeciente hacia el primer latido será nuevo.

Hoy poblaremos al mundo con jirafas, abejas y ratas. Hoy seremos jazmines, vides y calabazas. Y seremos también las almas de las piedras y los mares.

Pero ni una de nosotras le dará vida a fémina o másculo alguno.

No encarnaremos en quienes desprecian la vida.

Nos rebelamos contra los impunes y los asesinos, contra los falsificadores de mundos,

los huérfanos de sentido y los indiferentes, y contra los que olvidaron a qué han venido.

Juntas nos confabulamos.

No migraremos hacia una raza que todo lo aniquila.

¿Seré entonces una higuera que crecerá frondosa amamantando los campos hasta desaparecer detrás del bosque en invierno?

¿Las escuchan?

“¡Que me toque un colibrí! ¡Y a mí una mariposa!” 

Todas siempre queremos lo mismo. 

¿Quién no ha deseado alguna vez tener alas de seda?

¿O ser cisne? 

¡Sí, eso quiero! Quiero ser un cisne cantor.

¡Oh! Semejante chasco no esperaba. Me descubro en la piel de una mosca.

Ríanse de mí. Es cierto que me tocó una con mala fama. Vivir de las heces ajenas no parece honrado.

Pero, ¿quién me quitará lo bailado? Mejor dicho, lo volado.

Nunca, en mi devenir, yo había sido tan ágil como esta funambulista, ni había saboreado desprejuiciada manjares con mis peludas patas.

Tenaz y malcriada, así seré mosca.

Marcelo Rembado

MR